sábado, 26 de junio de 2010
Idas y venidas
Piel sobre piel, sobre las frescas sábanas, mientras la temperatura iba subiendo. ¿Había llegado al fin el verano? La primavera se había esfumado, nadie la había vuelto a ver, y el verano comenzaba dubitativo, entre tormenta y tormenta.
Los rayos iluminaban el oscuro cielo y caer en un profundo sueño, tan ansiado por su cansado cuerpo, era del todo imposible. No se movía ni un ápice de viento, y el roce con su cálida piel era casi insoportable.
Sin embargo, él casi había caído en los brazos de Morfeo.
Un leve movimiento, una dulce pero rápida caricia, casi involuntaria... sus ojos se mantenían abiertos en la oscuridad, cual niño temeroso de la noche que se cierne sobre él. No, imposible, no podría descansar hasta que no lograse lo que tanto deseaba: tenerlo.
El calor se hizo más intenso; la respiración de él, somnoliento, se confundía con la de ella, agitada, ansiosa por tenerlo. Por fin una caricia en su pierna, en su cadera, en su alma inquieta. Por fin...
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